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Imagínense esto: eres un niño y crees que es totalmente normal hablar con Jesús, la Virgen María, y tu ángel de la guarda. Y no solo eso… también tienes enfrentamientos con demonios. Pero no se lo cuentas a nadie porque, bueno, ¿por qué tendrías que hacerlo? ¿No todos lo hacen? Así fue la infancia de Padre Pío, y eso, mis amigos, solo es el inicio de una historia llena de eventos sobrenaturales que desafían toda lógica.
Ahora, vamos con los detalles. A medida que Padre Pío crecía, las experiencias místicas fueron aumentando en intensidad. Sus primeras visiones comenzaron cuando era apenas un adolescente, antes de entrar oficialmente a la vida religiosa en 1903. Y, con el tiempo, su fe se convirtió en una entrega absoluta: le pidió a Jesús que le permitiera ofrecerse como una víctima, dispuesto a soportar el sufrimiento por los pecadores y las almas en el Purgatorio. Quizá fue esa increíble devoción la que le ganó la atención divina… o quién sabe, tal vez algo más.
En 1910, cuando tenía solo 23 años, ocurre algo extraordinario. Padre Pío experimenta por primera vez los estigmas, esas marcas misteriosas que aparecen en las manos, y que se dice, son las mismas que sufrió Cristo. En sus palmas y el dorso de sus manos aparecieron llagas que parecían atravesarlas, aunque sin sangrar. Mostró estas marcas al párroco de su pueblo, Pietrelcina, y le contó que había recibido estas heridas mientras rezaba en la granja familiar. Para hacer el misterio aún mayor, un médico examinó estas llagas y quedó completamente desconcertado: no podía explicar qué las causaba. En un intento por mantener esto entre él y Dios, rezó con el párroco para que las heridas desaparecieran… y sorprendentemente, así fue.
Pero la historia no termina ahí. Un año después, en una carta al Padre Benedetto, le cuenta que ha estado sintiendo dolores extraños en las manos y pies desde hace casi un año. Para esa fecha, en septiembre de 1911, comenta que han aparecido manchas rojas en sus palmas, acompañadas de un dolor punzante.
Y todavía hay más. Algunos años después, en 1915, le confiesa al Padre Agostino que alguna vez tuvo estigmas visibles, aunque había rezado para que desaparecieran. Y efectivamente, se desvanecieron, aunque el dolor permaneció. Además, le contó algo impactante: llevaba años sintiendo, más o menos una vez por semana, la tortura de la corona de espinas y la flagelación. ¿Cómo explicar algo así? ¿Visiones, estigmas, flagelación semanal? Esta es una historia que parece sacada de otro mundo, y nos deja más preguntas que respuestas.
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@marthatorres522
1 month ago
Santo Padre Pio Ruegue por nosotros, por nuestras necesidades lo pido de todo corazón confío en su intercesión. Gracias Santo Padre Pio. Amén Amén Amén 🙏🙏
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