Las supernovas se dividen en dos categorías principales: unas ocurren en sistemas binarios y otras resultan del colapso de una estrella masiva. Las primeras, conocidas como Tipo Ia, ocurren cuando una enana blanca en un sistema binario acumula material de su compañera hasta que alcanza un punto crítico y explota. Las segundas, conocidas como Tipo II, se producen cuando una estrella masiva agota su combustible nuclear y su núcleo colapsa, generando una explosión que expulsa sus capas externas.

El poder de destrucción de una supernova es inmenso. Una sola explosión puede liberar más energía que la emitida por el Sol durante toda su vida. Si una supernova ocurriera cerca de la Tierra, los efectos serían devastadores. La intensa radiación podría destruir la capa de ozono, aumentar significativamente los niveles de radiación en la superficie, y posiblemente causar una extinción masiva al afectar gravemente la vida terrestre. Sin embargo, no hay supernovas cercanas que supongan una amenaza inmediata para nosotros.

Las supernovas han sido observadas por la humanidad durante milenios. La supernova SN 1054, observada por astrónomos chinos y árabes, dio lugar a la Nebulosa del Cangrejo. Otra famosa fue la supernova de 1604, observada por Johannes Kepler.