Los juicios de Dios están en la tierra; bajo la influencia del Espíritu Santo debemos dar el mensaje de amonestación que nos ha sido confiado. Este mensaje debe ser dado con prontitud, renglón tras renglón, precepto tras precepto. Los hombres se verán pronto obligados a tomar decisiones importantes y debemos cuidar de que tengan ocasión de comprender la verdad, de manera que puedan decidirse inteligentemente por el lado del bien. El Señor llama a su pueblo a trabajar—con fervor e inteligencia—mientras se prolonga el tiempo de gracia.