Fue en Buenos Aires, junto a los muelles, en las amargas encrucijadas del sur, donde a principios de siglo se insinuó un nuevo aire musical... Era el tango! música de dolida intención sentimental; que acompañado de lentos acordeones, comenzó a decir en forma patética, la angustia de los bajos fondos, la pena de amor, el drama del varón burlado por la pebeta.
Poco a poco salió de las barriadas oscuras, se canto en los dancings de moda. Saltó a Montevideo, recibió su suprema consagración en el país del año 25, pero no se modificaron sus tantas melancólicas, ni su letras fabricadas con recuerdos de dolores de amor, ni pudieron contra su vigencia la llegada de las sensuales rumbas de las Antillas ni el agudo clamor del saxofón yankee, ni el bolero, -que sería mucho de tango de contrabando-.
No, el tango, música de la mala sociedad, de la gente de los barrios pobres siguió escuchándose y a través de esa música se ha soñado, se ha llorado y se ha amado...